A principios de Abril de 1891, fui enviado en Comisión con un piquete de soldados del Angol a un lugar llamado la Yarada con la misión de prohibir el desembarco de las fuerzas de la oposición. Al entrar en Tacna busque víveres para mi tropa, pero fui sorprendido por un Teniente de Artillería que me dijo Compañero ¡Viva! la oposición, ya somos dueños de todo el norte, la división de Arrate se fue a Sama, yo me quede en esta porque no me gusta seguir más defendiendo la causa de Balmaceda. Conseguí en un hotel algunos víveres, en ese momento llegaba el primer convoy conduciendo las primeras fuerzas de la oposición que ocupaban el territorio tacneño, dejado por nuestras fuerzas, me encontraba en la estación, cuando fui tomado prisionero por un capitán.
En el cuartel, fui pasado a la mayoría donde entregue todos mis documentos que tenía en una libreta, la lista de la compañía, un manuscrito con todas las peripecias que me habían ocurrido hasta esa fecha. Me encerraron en un calabozo, tenía ración de agua y algunas veces 2 al día y en otras una vez.
Llegaron más tropas y la cárcel se convirtió en cuartel, cuando hubo relevos de guardia más constantes, me encontré con un cabo de esos pampiñas que le dijo a los otros a este perro gobernista esta noche lo pintamos en el Morro, ya llevamos tres, desde ese momento pensé en la muerte y por mi cabeza pasaron varias imágenes.
Por momentos pase la noche en medio de llantos y súplicas, rogando a Dios y a mis devotos que se me dejara con vida; hasta que por fin llegó el día…”
Esta es una pequeña parte de los relatos que hace Vital Campos Mora de su odisea que le tocó vivir en la Revolución de 1891.