MEMORIAS DE UN SOLDADO DE LA REVOLUCION 1891
 
 Vital Campos Mora, nació en Bulnes el 12 de Octubre de 1858, sus padres fueron Teodoro Campos y Carmen Mora, ex veterano del ’79, perteneció al Regimiento 4º Línea en la Guerra del Pacífico. 
 
Al estallar la Revolución de 1891, se presenta en el Batallón movilizado Angol, fuerza leal al Presidente Manuel Balmaceda.
Este Batallón fue enviado al norte encontrándose en la Batalla de Pozo Almonte (07 marzo 1891), las fuerzas del Gobierno comandadas por el Coronel Eulogio Robles con 1300 hombres de las tres armas, fueron desechas por las tropas congresistas. Los aguerridos soldados de Balmaceda (la mayoría ex veteranos del 79) se batieron denonadamente, del pequeño ejército que había defendido la causa de la dictadura en Tarapacá, no quedó en pie ni la sombra de su poder. La dispersión fue total, parte de ella con algunos jefes emprendió la retirada al interior del desierto de Tarapacá.
 
Estas tropas eran comandadas por el Coronel Miguel Arrate Larrain. A estas fuerzas pertenecía Vital Campos Mora. El día 28 de Marzo de 1891 esta división se encontraba en Arequipa (Perú) saboreando el amargo pan del ostracismo después de recorrer como 149 leguas (670 kilómetros aproximadamente).
Vital Campos escribió un manuscrito con las vivencias que pasó en este destierro, a continuación conoceremos algunos pormenores de esta odisea “Durante la Guerra del Pacífico estuve en innumerables batallas y vi muchos compañeros caer, cuerpos destrozados, heridos gimiendo y todos los horrores de enemigo era chileno, sangre de nuestra propia sangre, pero cada bando defendía sus principios.

A principios de Abril de 1891, fui enviado en Comisión con un piquete de soldados del Angol a un lugar llamado la Yarada con la misión de prohibir el desembarco de las fuerzas de la oposición. Al entrar en Tacna busque víveres para mi tropa, pero fui sorprendido por un Teniente de Artillería que me dijo Compañero ¡Viva! la oposición, ya somos dueños de todo el norte, la división de Arrate se fue a Sama, yo me quede en esta porque no me gusta seguir más defendiendo la causa de Balmaceda. Conseguí en un hotel algunos víveres, en ese momento llegaba el primer convoy conduciendo las primeras fuerzas de la oposición que ocupaban el territorio tacneño, dejado por nuestras fuerzas, me encontraba en la estación, cuando fui tomado prisionero por un capitán.

En el cuartel, fui pasado a la mayoría donde entregue todos mis documentos que tenía en una libreta, la lista de la compañía, un manuscrito con todas las peripecias que me habían ocurrido hasta esa fecha. Me encerraron en un calabozo, tenía ración de agua y algunas veces 2 al día y en otras una vez.
Llegaron más tropas y la cárcel se convirtió en cuartel, cuando hubo relevos de guardia más constantes, me encontré con un cabo de esos pampiñas que le dijo a los otros a este perro gobernista esta noche lo pintamos en el Morro, ya llevamos tres, desde ese momento pensé en la muerte y por mi cabeza pasaron varias imágenes.

Por momentos pase la noche en medio de llantos y súplicas, rogando a Dios y a mis devotos que se me dejara con vida; hasta que por fin llegó el día…”
Esta es una pequeña parte de los relatos que hace Vital Campos Mora de su odisea que le tocó vivir en la Revolución de 1891.